EL ABETO
Una de las tradiciones más bonitas
de la Navidad es poner un arbolito adornado en nuestras casas. Ese arbolito se
llama ABETO, y tiene una leyenda preciosa:
Hace mucho, mucho tiempo, en Belén
toda la gente estaba muy contenta porque había nacido el Niño Jesús. Los
pastores, las lavanderas, los niños, y todos los demás habitantes de Belén se
acercaron al portal para hacer regalos a JESÚS.
Muy cerca de allí vivían una palmera, un olivo y
un abeto que, al ver tal trasiego de gente, tuvieron ganas de llevarle algún
regalo.
La palmera, con aire
chulesco, dijo: "Yo le llevaré unos ricos dátiles para que él y su familia
puedan saciar su hambre".
El olivo, escuchando a su
compañera, dijo aún más chulo: "¡Eso no es nada! Yo le llevaré mis riquísimas olivas y madera de mi tronco para que puedan hacer
una hoguera y calentarse".
Y el abeto... el abeto estaba muy triste, y les dijo a sus amigos... "¿Y
yo? ¿Qué puedo regalarle al Niño Jesús? No tengo nada..."
La palmera y el olivo se reían de él, y le decían: "es verdad, tu resina
es pegajosa y tus pinchos harían daño al Niño Jesús, ¡tú no puedes ofrecerle
nada!".
Aquella noche, el pobre abeto se durmió llorando...
Desde el cielo, la luna había observado todo lo ocurrido, y le dijo lo
siguiente a algunas de sus estrellas: "Estrellitas, el abeto está muy triste
porque no puede regalarle nada al Niño Jesús, ¿por qué no bajáis hasta Belén,
os posáis sobre sus ramas, y tú, la más brillante, te pones en la punta más
alta? Así será el árbol más bonito de todos y él mismo será el regalo para el
Niño".
Las estrellas bajaron a Belén muy contentas y se posaron en las ramas del
abeto. Al día siguiente, cuando el abeto se vio tan bonito, su alegría despertó
a la palmera y el olivo, que se quedaron boquiabiertos ante la belleza de su compañero.
Ese mismo día, los tres fueron a presentar sus regalos al Niño Jesús, y...
¿sabéis lo que ocurrió?, pues que entre todos los regalos, el Niño Jesús
levantó sus manitas hacia el abeto, como queriendo tocar aquellas lucecitas que brillaban sobre él, y fue
su regalo favorito, pues se quedó mirándolo durante todo el día.
El abeto por fin fue feliz, y nosotros, como recuerdo, ponemos un árbol de
Navidad en nuestras casas.
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