domingo, 16 de diciembre de 2012





EL ABETO

Una de las tradiciones más bonitas de la Navidad es poner un arbolito adornado en nuestras casas. Ese arbolito se llama ABETO, y tiene una leyenda preciosa:


Hace mucho, mucho tiempo, en Belén toda la gente estaba muy contenta porque había nacido el Niño Jesús. Los pastores, las lavanderas, los niños, y todos los demás habitantes de Belén se acercaron al portal para hacer regalos a JESÚS.

Muy cerca de allí vivían una palmera, un olivo y un abeto que, al ver tal trasiego de gente, tuvieron ganas de llevarle algún regalo.

La palmera, con aire chulesco, dijo: "Yo le llevaré unos ricos dátiles para que él y su familia puedan saciar su hambre".
El olivo, escuchando a su compañera, dijo aún más chulo: "¡Eso no es nada! Yo le llevaré mis riquísimas olivas y madera de mi tronco para que puedan hacer una hoguera y calentarse".
Y el abeto... el abeto estaba muy triste, y les dijo a sus amigos... "¿Y yo? ¿Qué puedo regalarle al Niño Jesús? No tengo nada..."

La palmera y el olivo se reían de él, y le decían: "es verdad, tu resina es pegajosa y tus pinchos harían daño al Niño Jesús, ¡tú no puedes ofrecerle nada!".
Aquella noche, el pobre abeto se durmió llorando...

Desde el cielo, la luna había observado todo lo ocurrido, y le dijo lo siguiente a algunas de sus estrellas: "Estrellitas, el abeto está muy triste porque no puede regalarle nada al Niño Jesús, ¿por qué no bajáis hasta Belén, os posáis sobre sus ramas, y tú, la más brillante, te pones en la punta más alta? Así será el árbol más bonito de todos y él mismo será el regalo para el Niño".

Las estrellas bajaron a Belén muy contentas y se posaron en las ramas del abeto. Al día siguiente, cuando el abeto se vio tan bonito, su alegría despertó a la palmera y el olivo, que se quedaron boquiabiertos ante la belleza de su compañero.
Ese mismo día, los tres fueron a presentar sus regalos al Niño Jesús, y... ¿sabéis lo que ocurrió?, pues que entre todos los regalos, el Niño Jesús levantó sus manitas hacia el abeto, como queriendo tocar aquellas lucecitas que brillaban sobre él, y fue su regalo favorito, pues se quedó mirándolo durante todo el día.

El abeto por fin fue feliz, y nosotros, como recuerdo, ponemos un árbol de Navidad en nuestras casas.




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